De acuerdo...os voy a confesar que he gritado a mis hijos... Algunas me diréis: "vaya si gritar no es para tanto..." otras muchas "¿crías con apego y has gritado a tus hijos?"
Pues si, no soy una madre perfecta, a veces estoy muy cansada y los niños están especialmente inquietos y les he chillado como si no hubiera mañana, en otras ocasiones tenía que hacer algo importante y no he podido pararme ni un segundo para hacerlo, me he puesto bastante nerviosa, e incluso hay otras que les digo "como no hagas esto, no harás lo otro".
Sin embargo, se que no es lo mejor para ellos e intento corregirme día tras día, minuto tras minuto. No nací siendo madre, soy humana y cometo errores. Estoy convencida de que para aprender hay que auto reflexionar sobre lo que uno hace.
Entonces mi yo reflexivo me dice que soy el ejemplo a seguir para mis hijos, y es que ¿realmente quiero que grite el día de mañana a las personas que tienen alrededor, incluida a mi? ¿Quiero que haga las cosas porque le apetece o solo por interés para conseguir algo a cambio?
Y a pesar de todo ello, mis hijos me perdonan una y otra vez, diciéndome que soy la mejor mamá del mundo, mostrandome su amor incondicional.
Me da igual que mis hijos sean carpinteros, astronautas, abogados, obreros... Lo que realmente me importa es que sean personas honestas, que actúen con respeto, con empatía... Que sean buenas personas con grandes valores.
Para mi, gritar no es manera de enseñar, chantajear tampoco lo es. Para mi, se enseña respetando, contándonos como nos sentimos, razonando...y por supuesto, dando mucho mucho amor; para que hoy sean felices y en el futuro, cuando ellos sean mayores lleven en su interior todo lo que aprendieron, la esencia que le dejamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario